El fotograbado como motor olvidado de la difusión de las imágenes en la sociedad contemporánea, con unos textos periodísticos tempranos de 1980

Los objetos tecnológicos suelen pervivir en el tiempo mucho más que las prácticas que los hacen posible, y cuando un historiador intenta comprenderlos, necesita mucho más que el objeto para ello. En ese sentido es fundamental que existan memorias escritas de personas que las conocieron y hablaron sobre como fueron en su tiempo de vigencia. Es una cuestión que a mí me preocupa mucho, porque me he enfrentado, como historiador, a ese dilema muchas veces. Por ejemplo, cuando intentamos entender como era un espectáculo de linterna mágica o una proyección de microscopio solar en el siglo XIX, que mostraba a los espectadores los «bichos» casi invisibles que contenía una minúscula gota de agua, es necesario que tengamos la suerte de que una persona que contempló el espectáculo, en algún lugar, nos cuente como lo percibió, porque si no tenemos esa referencia, perderemos inexorablemente las conexiones entre la tecnología y sus significados sociales y culturales. Pero hay ocasiones, como el que hoy ocupará mi entrada de la bitácora, que la propia tecnología ha pasado tan desapercibida cuando estuvo vigente, que su importancia hay que ponerla en valor haciendo toda una labor de interpretación cultural, que en su momento ni tan siquiera existió. Algo así, le ocurrió al fotograbado, una técnica de impresión fotomecánica, hoy ya desaparecida, de difusión masiva de las imágenes con apariencia fotográfica, que yo practiqué profesionalmente en mi adolescencia, antes de ser historiador de la cultura visual, y sobre la que estoy publicando y trabajando intensamente en los últimos tiempos, motivado por esa intención de dejar referencias de una tecnología que fue fundamental en los talleres de impresión y en la prensa.

Una de las muchas fichas didácticas que he elaborado en torno a la fotomecánica. Está en relación con lo que expliqué en el Congreso Hermes en marzo de 2023

En la primavera de 2023, propuse en el Congreso Hermes que se celebró en Lanzarote una comunicación sobre el fotograbado como el creador de lo que, siguiendo a Roman Gubern, denominé la iconosfera contemporánea, en la convicción de que la opulencia de difusión que tienen las imágenes en nuestra actual cultura digital, no hubiera sido posible si antes no hubiera existido una técnica de difusión, que, gracias a la imprenta, resolviese la dificultad que tuvo la imagen fotográfica para ser vista por muchas personas a la vez, una vez que fracasó el primer proyecto de que fuese el daguerrotipo la matriz de impresión. En la década de los años 80 del siglo XIX en una tendencia internacional en la que también estuvo España, muchos medios fueron experimentado con una solución ingeniosa que consistía en intermediar entre la imagen original y la impresa con unas tramas de puntos de diferente densidad que al reproducirse restituían las apariencias tonales de la fotografía original. Luego venía todo un proceso químico muy laborioso, y bastante tóxico, sobre planchas cincográficas que se «mordian» rebajando el relieve de los puntos para poder colocar las imágenes junto a los tipos de letra en las prensas de imprenta. Se hicieron millones de grabados, de línea cuando llevaban solo dibujos y tramados o de medio tono, cuando reproducían imágenes fotográficas. Hoy la mayoría han desaparecido y tampoco ya apenas nos quedan fotograbadores que conocieron el proceso. Por ese motivo me parecía importante restituir su valor histórico y tecnológico pero, sobre todo, lo que significó todo esta técnica industrial tan poco valorada. En el caso español, además de algunos experimentos importantes en las revistas gráficas decimonónicas de Madrid y Barcelona desde 1880, fue en 1885 cuando «La ilustración» de Barcelona publicó el primer reportaje en fotograbado directo (llamado así porque la imagen informativa se veía directamente como en el original fotográfico sin transposición al dibujo que había sido la forma hegemónica hasta ese momento). Este primer hito en la prensa española tuvo lugar con motivo del terremoto de Andalucía en la navidad de 1884. El fotograbado eclosionó en la prensa de masas, ya en los comienzos del siglo XX y sus resultados visuales, no por causalidad, estaban ligados en la puesta en las páginas de las revistas a la forma de ver las escenas del cine primitivo o a la disposición secuencial de los blogs postales.

Durante los últimos años antes de la pandemia que nos paralizó a todos, estuve trabajando en los orígenes del fotograbado en España y las fuentes que de ésta técnica se conservan en la Biblioteca de Cataluña y en la Biblioteca Nacional de Madrid. Yo ya había publicado desde mi tesis en 1998 sobre el trabajo pionero en fotograbado de Heribert Mariezcurrena y su grupo de socios entre los que destaca el fototipista Joseph Thomas, cuyo trabajo se está hoy estudiando de una manera esplendida desde la Fundación Anastasio de Gracia. No resulta un trabajo fácil reconstruir toda esta arqueología de las técnicas de impresión de imágenes fotográficas a través de soportes específicos, porque, como ya he mencionado, al ser una técnica industrial apenas tuvo importancia más allá de la utilidad inmediata y rápidamente perecedera informativamente hablando. Por eso para mi fue una gran satisfacción encontrarme con el trabajo de Jose Cao, un fotograbador de Vigo que, en 1909, vendía talleres a toda España en un momento de gran demanda de esta técnica, y para ello publicó un librito en el que documentó fotográficamente todos los pasos del proceso de fotograbado. Que me resultó fácil de comprender, porque yo los había practicado en el pasado, los entendía y puede explicarlos como memoria de una técnica que fue tan importante y tan poco valorada desde la perspectiva cultural. Para ello elaboré, en 2015. una ficha que ofrezco aquí a los seguidores de la bitácora que explica toda la complejidad que presentaba el proceso de fotograbado.

Sentía una obligación personal de dedicar el trabajo a Marie Loup Sougez, porque ella fue la primera que, con motivo de los 150 años de la aparición de la fotografía, realizó, en el catálogo que se hizo en la Biblioteca Nacional de Madrid, un texto que sigo considerando de referencia. Conservo aun los correos de Marie Loup cuando la comenté que yo estaba investigando sobre fotograbado y quería conocer si ella tenía más aportaciones al respecto. Amable como siempre, me contestó enseguida, y entendí que mi intervención del Congreso Hermes que se ha publicado recientemente en la editorial Tirant lo Blanc tenía que estar dedicado a su memoria. El resultado, del que ofrezco el enlace al video de la comunicación que luego transformé en texto, es una síntesis desde el primer intento de difundir imágenes fotográficas a través de la estampa, hasta la aparición de las técnicas fotomecánicas y la aventura que supuso elaborar miles y miles de imágenes cada semana, salidas, antes de que en los periódicos provinciales tuviesen talleres de fotograbado propios, de los grandes talleres de Barcelona y Madrid que hicieron posible una difusión moderna de la fotografía coincidiendo con la «nueva visión» que se instituyó en la sociedad de las masas. No es casual que la primera exposición que hizo Beaumont Newhall en el MOMA sobre la Fotografía como un objeto artístico en 1937, fuera posible por el «pequeño» detalle que las imágenes expuestas pudieran verse impresas en un catálogo. La propuesta de hacer una historia moderna de la fotografía basada en imágenes y no, como hasta entonces se había hecho, sobre los avances técnicos de la óptica y de la química, tal y como lo entendían los grandes historiadores decimonónicos de la fotografía como Josef María Eder, solo fue posible por la madurez que el fotograbado tenía ya en aquellos momentos en el que por vez primera, un museo de Arte Contemporáneo, acogió a la imagen fotográfica como objeto artístico.

Fede Sainz de Varanda, enseñando a un colegio en enero de 1966 como era el proceso de fotograbado en los talleres del diario Alerta de Santander. (Foto: Pablo Hojas)

He comentado al comienzo de que yo tuve la fortuna de ser fotograbador en mi adolescencia, en un periódico local de Santander, el Diario Alerta, donde conocí a una persona muy querida por mí, al que deseo rendir homenaje en esta entrada. Se trata de Federico Sainz de Varanda, el jefe del taller de fotograbado del diario, que había aprendido con quien introdujo el primer taller que tuvo Santander, Severiano Quintana padre de los Samot, los grandes fotógrafos santanderinos de la modernidad. Federico o Fede, como todos le conocíamos, me enseñó unas técnicas que ya estaban mutando en los años setenta, porque las cubetas de ácido nítrico, la sangre de drago para proteger las paredes de puntos y otras técnicas del mordido estaban dejando paso a sistemas mecánicos de rebajado químico y pronto a la grabación de los puntos en plástico y la aparición de los primeros grabados con polímeros. Yo tuve la fortuna de conocer toda esa transición que puede entender, ya años después, desde una perspectiva cultural y porqué en los talleres de fotograbado, los españoles incluidos, ya muy avanzado el siglo XX se seguía usando el colodión húmedo porque permitía despegar el registro fotoquímico tramado del cristal y facilitar la insolación sobre la plancha de cinz emulsionada. Justo en esos años cuando comenzaba mi labor como periodista gráfico pero aun mantenía el puesto en el fotograbado, en 1980, rememorando la efemérides del primer fotograbado de una noticia, publicado en la prensa internacional, publiqué en «Alerta» dos artículos sobre el tema, que fueron mis primeros textos periodísticos publicados, ahora ya muy distantes de mis actuales conocimientos sobre historia de la fotografía, pero que los conservaba en una carpeta y entendí que, como curiosidad, mas que otra cosa, tenía que hacerlos visible en la bitácora. Una de los fotos que hice para el primero de los dos artículos fue de uno de mis compañeros del taller, mirando a través de una de las tramas de cristal alemanas que teníamos en el periódico. Un producto muy costoso en la época que era lo que permitía la interposición de los puntos de densidad variable, Tramas de cristal que, como tantas tecnologías, han desaparecido y no estoy seguro de que se conserve ninguna, al menos en España. Me gustaría equivocarme al respecto.

Es mi intención seguir profundizando en el futuro en la historia del fotograbado en España y de introducir algunos otros elementos que fueron tan importantes aunque no tan masivos como la fototipia y el huecograbado. Con motivo del X Encuentro de Historia de la Fotografía de Castilla-La Mancha, que se celebrará en Ciudad Real los días 23 y 24 de Enero, organizado por el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, y por invitación de mi buena amiga Esther Almarcha, realizaré un taller de fotograbado en el que analizaremos su dimensión historica y cultural en la difusión de las imágenes fotográficas contemporáneas, tocaremos diversos grabados en madera, en fotograbado y fototípicos y analizaremos las tramas y retículas que dejan sus imágenes contempladas a través del microscopio. Todo un empeño para que hacer valer a una técnica que ha sido decisiva y del que quienes lo conocimos, de algún modo, tenemos que dejar también memoria en un momento como el actual, en el que la aceleración de los tiempos que vivimos y la hegemonía digital han dejado obsoletas todas las soluciones que se dieron en las décadas precedentes y que se están olvidando a toda velocidad.

Pulsar para descargar:

Observando y reflexionando en torno a las nuevas prácticas culturales con las imágenes. Un texto de 2017

Dónde está la MonaLisa low


Bernardo Riego (2017) El nuevo espectador digital usa los iconos culturales para representar su ego personal. Escena ante la Mona Lisa de Leonardo da Vinci en el Louvre

Nunca me he sentido un historiador de las imágenes que mira solo al pasado, también me interesa lo que ocurre en el presente y cómo hemos llegado hasta aquí; qué ha ocurrido para que aparezcan nuevas prácticas culturales y se instalen de un modo tan rápido en la sociedad. En ese sentido las imágenes, los modos de contemplarlas, producirlas y usarlas son un permanente objeto de mi atención  en cualquiera de las etapas de la contemporaneidad. Hace unos pocos años que estoy embarcado en una ambiciosa investigación en la que intento analizar como surgió el espectador de la modernidad, que un buen día comenzó a visitar las barracas cinematográficas y a entretenerse y fascinarse con el caos visual de las primeras exhibiciones de la entonces denominada fotografía en movimiento, en un momento en el que las revistas gráficas o magazines, estaban insertando imágenes fotográficas de gran tamaño gracias a las nuevas posibilidades del fotograbado que, por primera vez en la historia de las imágenes permitía que circulasen miles y miles de ellas en el papel impreso con la apariencia tonal de las imágenes fotográficas. Para desesperación de la alta cultura que veía con malos ojos (¡Qué acertado el eufemismo!) que aumentase el espacio para contemplar y se redujese el espacio para leer en las publicaciones periódicas, al mismo tiempo que la tarjeta postal ilustrada, los carteles y otros productos gráficos aumentaban su presencia social y generaban nuevas prácticas y costumbres en un tiempo, el de la sociedad de las masas, para el que las imágenes de modo inexorable comenzaban a configurar una iconosfera cada vez más y más densa.

DSC06760

En los tiempos de intensos cambios culturales como el actual, persisten viejas prácticas que aunque están en desuso siguen teniendo su vigencia. Vendedor de postales de Roma ante la cola de los Museos Vaticanos. (Foto Bernardo Riego. 2015)

Tengo el privilegio generacional de haber asistido a la llegada de la sociedad digital, desde sus balbuceos en la microinformática de la década de los años ochenta hasta la influencia que ahora tiene en las formas de entender la realidad. En otro lugar he contado lo que ocurría en los ámbitos fotográficos cuando en la década de los años noventa se hablaba de la imagen digital, todo el mundo se ponía algo nervioso y lo veía como algo lejano. En 1993, en la Universidad de Cantabria monté los primeros cursos de fotografía digital con los medios que existían en aquellos años,  cuando almacenar en un disco ZIP de 100 megabytes, nos parecía alta tecnología.  Cuando nos quisimos dar cuenta, la imagen digital había convertido en arqueología a las imágenes de base fotoquímica. Un día, allá por el año 2003, estaba tomando un café en un bar y escuché a dos barrenderos que se contaban el uno al otro como se podían convertir imágenes digitales a otros formatos, reducirlas de tamaño y pasarlas por Internet, y en ese momento entendí que la imagen digital se había socializado ya con mucha profundidad, y hoy, cuando tomo fotografías en mis viajes a las personas que tienen naturalizadas las nuevas prácticas culturales con los dispositivos móviles, con los selfmedia, de los que hablaba Patrice Flichy, constato que ha surgido un nuevo espectador que ya no mira a la realidad sino que la captura, que los objetos culturales sirven ahora como fondo de un narcisismo que las nuevas tecnologías de la imagen amplifican por las propiedades de densidad, accesibilidad, interacción, amorfia, ubicuidad y así hasta diez características, que poseen los objetos digitales y que tan acertadamente definió mi maestro Antonio Rodríguez de las Heras hace ya unos cuantos años, y que, como ocurrió en la sociedad de las masas, en ésta nueva sociedad-red, por usar ahora el preciso término que difundió Manuel Castells, las imágenes que hacen las personas establecen otros diálogos y relaciones con la sociedad. Existe un tema que siempre me ha apasionado y son esos momentos en los que están conviviendo antiguas concepciones de la representación visual con las nuevas posibilidades tecnológicas de crear las imágenes. En el año 2013, en un encuentro que hicimos en el Instituto de Cultura y  Tecnología «Miguel de Unamuno» de la Universidad Carlos III de Madrid, me inventé un palabro que tengo un poco en cuarentena: los fenómenos de borde, que ocurrieron en el transito de la imagen medieval a la construcción de las escenas en perspectiva, en la sociedad de las masas con las posiblidades del fotograbado y en la llegada de la imagen digital, cuando todavía no habían aparecido las prácticas actuales con los móviles y otros dispositivos de captura de imágenes pero se estaba buscando una narrativa digital.  Ofrezco aquí las pantallas de aquel seminario de la que fue anfitriona Beatriz de las Heras, una excelente historiadora de las imágenes que ejerce su brillante magisterio en esa universidad y que, de tanto, en tanto nos convoca a una serie de especialistas para trabajar en torno a los múltiples significados históricos, culturales y sociales de las imágenes en sus diversas tecnologías contemporáneas.

DSC03896

(Foto: Bernardo Riego) El dilema de mirar y comprender  o simplemente capturar en una imagen tomada en el British Museum en 2013

En el año 2016, Mario Crespo, un autor santanderino, gran dinamizador, buen amigo y colega en la Universidad de Cantabria,  con esa mentalidad inquieta y abierta que siempre le caracteriza, comenzó a editar una revista con recursos propios a la que tituló  «Leña al Mono» y me pidió una colaboración, algo que no llegó hasta finales de 2017 porque mi agenda no me lo permitió. En esa revista publiqué unas breves reflexiones sobre las nuevas prácticas culturales con  los nuevos dispositivos y algo que creo que hay que dejar constancia desde la perspectiva del historiador, y es que algunas de los fenómenos culturales a los que estamos asistiendo, han tenido antecedentes, que aunque lo parezcan y así lo repite la industria digital, no son consecuencias exclusivas de las tecnologías actuales, pongo en el texto algunos pocos ejemplos. Ofrezco aquí las versiones publicadas en la revista y el Pre-Print, en ambos el texto es el mismo pero la maquetación cambia. Este texto es un reflejo de mis preocupaciones por dotar a la historia de las imágenes de una visión de continuidad frente a las tendencias rupturistas que se creen que todo lo ha traído la imagen digital, que, ciertamente, ha cambiado muchas prácticas y concepciones y lo seguirá haciendo en el futuro.

Las nuevas prácticas culturales con las imágenes digitales y el recorrido de su arqueología histórica.  Versión de la revista «Leña al Mono»

Versión Pre-Print del texto publicado en «Leña al Mono»

Fenómenos de Borde. Pantallas de la Conferencia (2013)

(Pulsar para descargar)

 

Orígenes del periodismo gráfico en la España del siglo XIX en un homenaje al maestro José Altabella. Un texto de 1997.

Tras haber publicado «Cien Años de Fotografía en Cantabria», en la editorial Lunwerg en 1986, con la impagable ayuda del fotógrafo santanderino Ángel de la Hoz, estuve publicando en la prensa local y en algunas revistas,   artículos sobre historia de la fotografía. Había un tema que me interesaba sobremanera y era lo referente a la información gráfica. Entre 1976 y 1984 yo trabaje cómo redactor gráfico en un periódico de mi ciudad natal. Todavía era una época en la que al redactor que escribía se le consideraba más importante en las redacciones que al que narraba la actualidad con su cámara. Para mí fueron unos años muy excitantes. No hace mucho hablaba de ellos con mi colega y buen amigo  Ramón Esparza, de la Universidad del País Vasco, que fue también redactor gráfico en años similares y coincidiamos en que es una profesión en la que se envejece mal, pero en la que tienes el privilegio de ver las capas de la realidad que constituyen lo cotidiano, por la variedad de temas a los que puedes asistir en un mismo día.

64

Luis Udías (Pressman). Informadores gráficos locales y nacionales posando con motivo de la Primera Asamblea de la Prensa en España celebrada en Santander. (Agosto 1922).

A finales de la década de los 80 publiqué un artículo sobre periodistas gráficos en la prensa santanderina. En él, inserté por vez primera una fotografía de un grupo de fotógrafos de prensa de Madrid y Santander que había tomado Luis Udías, uno de los reporteros gráficos que trabajaban en la época, y  que en la década de los años veinte publicaba fotos de Santander en la prensa gráfica de Madrid sobre todo de las estancias veraniegas del rey Alfonso XIII y su familia. Su hija, Pilar Udías, la primera locutora de Radio Santander, poseía ésta imagen con algunos efectos personales de su padre y me la prestó,  pero desconocía los datos. Eran unos años en los que no disponíamos de las fuentes de consulta que ahora tenemos, así que puse un píe muy genérico y por el tipo de cámaras que usaban y los años en los que trabajaron avancé la fecha de 1925 como posible para la fotografía que ahora reproduzco en la bitácora.

Pocas semanas después de la publicación, cuando ya las páginas de un periódico solo sirven para las hemerotecas y para envolver algo con ellas (pues nadie se imaginaba que un día los periódicos no serían solo de papel sino del intangible material digital que ahora son), recibí una carta de la Universidad Complutense del Profesor José Altabella, interesandose por la imagen inédita que había puesto en página y corrigiéndome la fecha, pues, me decía, pertenecía a la Primera Asamblea (o Congreso) de la Prensa que se celebró en Santander en Agosto de 1922.

Así nació mi relación con una de las grandes figuras de la historia del periodismo español del siglo XX y desde luego el padre de la documentación gráfica desde sus clases en la Escuela de Periodismo y luego en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense. A mí los documentalistas gráficos siempre me han fascinado; en mi redacción teníamos uno, Pascual recuerdo que se llamaba, al que le decías que necesitabas una foto de una vaca en la que se viera al lado un seiscientos para ilustrar un artículo que estabas a punto de enviar a talleres, y Pascual se ponía a bucar en un montón de sobres que tenía en su pequeño cuarto y, casi por arte de magia,  al cabo de unos minutos mandabas al taller del fotograbado la foto de la vaca con el seiscientos. Entonces no había bases de datos ni textuales ni gráficas, todo estaba en la cabeza de documentalistas como el nuestro. Los metadatos de las imágenes, si se las podía llamar así, eran lo que venía en el reverso de la foto en papel, y lo único que a personas como a mí me preocupaban, porque estaba generacionalmente muy sensibilizado, era que apareciera en todas las imágenes publicadas el nombre del autor de la fotografía, algo que a los periodistas más veteranos era un tema que no les importaba entonces demasiado.

corresponsal-grafico

El dibujo informativo creó un lenguaje narrativo en el siglo XIX antes de la hegemonía de la fotografía como sistema de información en la prensa. José Luis Pellicer, corresponsal gráfico en la guerra Ruso-Turca en 1877 para «La Ilustración Española y Americana».

Coincidí con José Altabella en algunos congresos sobre imagen fotográfica y me encontré con una persona de una enorme amabilidad y que desprendía sabiduría por todas partes. Al respeto que le profesaba se sumó un gran afecto hacia su persona y su extenso conocimiento de las infinitas facetas de la historia del periodismo, que fue lo que me hizo participar, cuando falleció, en el libro homenaje que la Universidad Complutense le dedicó y que se publicó en 1997.

Cómo homenaje al Profesor (siempre con mayusculas) José Altabella, aporté el texto que hoy ofrezco que es una historia de los orígenes de la información gráfica en España en el siglo XIX cuando la Fotografía, por limitaciones tecnológicas que se resolveran paulatinamente a partir de 1880, no podían publicar imágenes directas, esto es, con aspecto fotográfico en en las páginas de la prensa. En estos momentos estoy desarrollando una investigación que irá viendo la luz sobre los orígenes del fotograbado y la prensa gráfica en España que darán lugar a un nuevo espectador de la modernidad. Éste texto que hoy ofrezco para su descarga forma parte de un trabajo que luego desarrollaría en mi libro «La Construcción Social de la Realidad a través de la Fotografía y el grabado informativo en la España del siglo XIX» que, ahora, puede consulltarse en Google porque lo digitalizaron de un ejemplar existente en una universidad americana. El texto homenaje al Profesor Altabella lo escribí un año antes de redactar el libro.

Orígenes de la información gráfica en España en el siglo XIX   (Pulsar para descargar)

La construcción visual de un relato público para el nuevo rey Alfonso XII. Un texto de 1999

Rafael Rocafull. Ca. 1875.

Rafael Rocafull. «Reyes de España hasta Alfonso XII».

La expresión de la continuidad monárquica inmemorial, mostrada en soporte fotográfico, en una imagen comercializada para colocar en el álbum familiar. Ca. 1875 (Biblioteca Nacional. Madrid)

En la teoría tradicional de la Opinión Pública, el fenómeno se circunscribe a la prensa escrita y a la actividad parlamentaria, y su estudio se focaliza en el siglo XX con la aparición de los medios de masas. No es una visión compartida por todos los especialistas pero aun tiene seguidores, obviando que la sociedad liberal nacida en el siglo XIX, en nuestro caso en 1812 con la Constitución de Cádiz, tiene muchos matices y complejidades porque es un tiempo históricamente nuevo respecto a la tradición del Antiguo Régimen,  y la conciencia de la libertad de expresión y  comunicación de las ideas, con todas las dificultades que pudo tener en muchos momentos, fue abriéndose camino y generando nuevas realidades a las que es preciso estar atento.

En 1999, tuvimos un encuentro sobre la Cultura en la Primera Etapa de la Restauración y fui uno de los ponentes que intervino; mi intención fue mostrar que en el siglo XIX hubo ya fenómenos reseñables de Opinión Pública y además que las imágenes tuvieron un papel destacado en la construcción del relato político. Si para muchos historiadores la realidad solo puede entenderse con los documentos escritos, mi reto fue demostrar, una vez más, que los documentos visuales también articularon ideología y mensajes muy precisos, algo que en el objeto de éste texto se hace  muy evidente como comprobará quien lo lea.

Los avatares para que el exiliado infante Alfonso terminaría por convertirse en el Rey Alfonso XII se jugaron en muchos frentes. Estuve consultando en el Archivo del Palacio Real de Madrid las cartas secretas de Cánovas y otros destacados personajes con Isabel II que son muy reveladoras de la operación que tuvo lugar, pero, sobre todo, me interesó la «batalla» de la prensa, sobre todo de la prensa ilustrada de la época que supo mantener la imagen y el recuerdo de un niño que había perdido injustamente su corona y que poco a poco se fue mostrando como un hábil negociador y, finalmente, el pacificador de la tercera guerra civil española en el siglo XIX. Toda esa operación la hizo la prensa conservadora y se construyó no solo en los textos, también en torno a la fotografía y a las imágenes de actualidad, que ya tenían una enorme influencia social y cultural antes del advenimiento de la prensa de masas.

No es el único texto que sobre Imágenes y Opinión Pública en el siglo XIX he publicado, pero si se centra en una figura que aunque hoy parece lejana fue muy importante para su tiempo y para el rumbo que tomaría el país en el siglo XX. Me refiero a Alfonso XII, un monarca moderno para su época, bien formado desde el punto de vista del constitucionalismo y con un buen sentido mediático. Basta revisar las páginas de «La Ilustración Española y Americana» o las colecciones de fotografías propagandísticas de Alfonso XII tanto en su etapa de rey como en la anterior del exilio, para comprobar que entendía  muy cual era el poder de las imágenes en un tiempo en el que circulaban a miles de mano en mano en formatos como la  «carte de visite», el «imperial» y otros muchos, antes de ser guardados en los álbumes familiares.

El texto está dedicado a Vicente Fernández Benitez, un historiador, amigo y compañero de la Universidad de Cantabria que nos dejó tempranamente y conocía muy bien el siglo XIX. Fue un gran amigo, una excelente persona  y aprendí mucho de él en el tiempo que tuve el privilegio de disfrutar de su amistad.

Las imágenes como fenómeno cultural y de opinión pública en la primera etapa de la Restauración (Pulsar para descargar)

«El imaginario fotográfico y sus funciones sociales» un texto de 1998

Un grabado publicado en un libro de 1971 en el que se muestra la posibilidad de digitalizar imágenes para su uso en el ordenador. Reproducido de A. Moles.

Un grabado publicado en un libro de 1971 en el que se muestra la posibilidad de digitalizar imágenes para su uso en el ordenador. Reproducido de A. Moles. «Art et ordinateur».

Comienzo a insertar los textos que he ido escribiendo estos años, y lo hago con uno al que le tengo un especial cariño porque ahora he retomado su temática desde otra perspectiva. Se trata de «El imaginario Fotográfico y sus funciones sociales: de la imagen química a la imagen digital» lo leí y publiqué en 1998 en las Jornadas Antoni Varés de Girona que para mí siempre fueron un «laboratorio» de experimentación en mis investigaciones sobre las imágenes. Por cierto, las Jornadas Antoni Varés son una de las iniciativas más importantes que se hacen en Europa desde Cataluña sobre Fotografía y Archivos, las organiza el Ayuntamiento de Girona ininterrumpidamente desde 1990, cada dos años, (las próximas «tocan» en 2016). Los interesados pueden descargar o consultar en línea todas las aportaciones pesentadas desde sus inicios hasta la fecha

       Para conectar con éste importante repositorio puede pulsarse aquí.

En 1998 las prácticas digitales que ahora nos resultan tan comunes, aun eran muy minoritarias y no estaban tan desarrolladas. Los teléfonos móviles servían para hablar y como mucho mandar algún mensaje de texto no tenían cámara para captar imágenes, las fotografías todavía eran de base fotoquímica, y la implantación de sociedad digital parecía lejana, sin que se intuyese que apenas en unos pocos años con el cambio de década y de milenio todo se iba a acelerar muchisimo y la fotografía química se iba a convertir en una verdadera arqueología que es lo que ocurre en estos momentos.

 El texto habla no solo de esa sociedad digital que estaba ya vislumbrándose, sino de un antecendente de convivencia entre modos de representación que se dió en la Sociedad de las Masas con la llegada del fotograbado. Me interesaba resaltar algo que otros autores como Nicholas Carr han profundizado posteriormente,  como el caso de la electricidad y los diseños de una red en «El Gan Interruptor»  y es que la cultura digital nueva en sus estructuras tecnológicas tiene muchos aspectos ya ensayados en otros momentos de crisis tecnológica con tecnologías que fueron disruptivas para su tiempo. De eso y de más cosas habla tambien  éste texto con el que inauguro mi colección de escritos publicados.

En todos los que iré publicando aparecerá siempre la referencia bibliográfica en una marca amaravisoilla que al ponerse el puntero sobre él se despliega. Recuerdo que casi todos los textos que iré incluyendo serán los «pre-print» que tendrán una maquetación diferente al texto publicado aunque su contenido siempre es el mismo.

El imaginario fotográfico y sus funciones sociales (Pulsar para descargar el texto)

Un saludo a todos los interesados en las imágenes y sus usos sociales y tecnológicos

Espectadores

         Espectadores «recorriendo el mundo» en el Kaiserpanorama de Berlín (1880)

Un saludo a todos los interesados en intentar comprender nuestro mundo contemporáneo y la importancia que las imágenes y sus tecnologías han tenido en su desarrollo. Me propongo compartir mis textos publicados durante éstas décadas y muchas imágenes libres de derechos que he ido encontrado en mis investigaciones Todos los textos que ofrezco tienen su referencia bibliográfica y serán, por lo general,  los «pre-prints» que yo entregué en su momento para la publicación, con lo que no entramos en conflicto con las publicaciones editadas que el interesado podrá cotejar si así lo desea. Nuestro mundo no se puede entender sin la presencia y la influencia de la información gráfica en la prensa que emerge en el siglo XIX (1842 en Europa y 1843 en España), sin el papel realista de la Fotografía que aparece en 1839 y ha cambiado nuestra forma de entender la realidad, pero también sin el cinematógrafo, los rayos-X y su visibilidad de lo invisible, la prensa gráfica con la preeminencia de las fotografías sobre los textos y la cultura digital y la sociedad-red que nos envuelve en ésta densa iconosfera que constituye nuestro habitat cotidiano. De todo eso hablan mis trabajos que he ido publicando en muy diversos lugares y que ahora quiero ir agrupando en ésta bitácora. Además de ofrecer imágenes con sus metadatos para quien los quiera usar en sus trabajos dentro de una licencia Creative Commons. Si algo nos ha enseñado Internet es que en nuestro tiempo el conocimiento fluye y se comparte como nunca se ha hecho históricamente. Ese es uno de nuestros mayores logros y a él quiero contribuir en éste siglo de transformaciones intensas y de «cisnes negros» que estamos transitando. Si antes de la época de la Ilustración, los eruditos veían con malos ojos que el conocimiento circulase fuera de los ámbitos especializados, hoy es un valor indiscutible que la red es una gran inteligencia distribuida y compartida y humildemente quiero participar con lo que he aprendido en estos años y seguir atento a tantas cosas que me gustaría aprender de ese ágora cada vez más extensa y líquida como la propia vida que es la Internet.

Bernardo Riego Amézaga (Universidad de Cantabria (España) Junio de 2015

Uno de los usos imaginados de los rayos-X

«Matutera  (contrabandista) cogida infraganti por medio de los rayos X» En: «La Revista Moderna».  Madrid. (1897)